Una nueva vision para el mundo, que hasta ese entonces solo se veia a si mismo como un sirviente sin voluntad ni pensamiento del universo que habitaba.
Una nueva vision para los habitantes del la Edad Moderna, en donde abren sus mentes a mundo innovador y diferente, que les ofrece mas que el obedecer, sino que el hacer.
Es en este nuevo mundo donde nace Èmilie du Châtelet el 17 de Diciembre de 1706 en Saint-Jean-en-Greve, en Francia, durante el reinado de Luis XIV, con el nombre de Gabrielle-Émilie Le Tonnelier de Breteuil.
Su padre, Louis-Nicolas Le Tonnelier de Breteuil, barón de Preuilly, a los cuarenta y nueve años se casó con Gabrielle Anne de Froulay; Émilie desde su más tierna infancia tuvo el deseo de saber e hizo todos los esfuerzos para conseguirlo. Sentía curiosidad por todo, y todo lo quería comprender. Estuvo rodeada de un entorno excepcional y recibió una educación atípica para su época.Demostró poseer una capacidad inusual y una inteligencia privilegiada. A los diez años ya había leído a Cicerón y estudiado matemáticas y metafísica; a los doce hablaba inglés, italiano, español y alemán y traducía textos en latín y griego como los de Aristóteles y Virgilio.
Estudió a Descartes, comprendiendo las relaciones entre metafísica y ciencia, por ello mantuvo durante toda su vida la exigencia de un pensamiento claro y metódico, dominado por la razón. Esto, probablemente, le llevó a adoptar posturas más avanzadas que las de sus amigos newtonianos. Émilie fue una pura intelectual cartesiana.
A los diecinueve años, el 20 de junio de 1725, unos meses antes de la boda de Luis XV con María Leszczinska, se casó con Florent Claude, el marqués de Châtelet-Lamon, miembro de una muy antigua familia de Lorena, que tenía entonces treinta años. Tuvo tres hijos de los que vivieron dos, una hija, Françoise Gabrielle Pauline, y un hijo, Florent Louis Marie, que nació un año después.
Tuvo la fortuna de tener un marido que no le puso cortapisas, asumiendo sus propias limitaciones y tomando en consideración la capacidad intelectual de su mujer. El matrimonio fue más una cuestión de interés que de amor, pues su esposo, entregado a su carrera militar, apenas tenía contacto con su esposa.
Después del nacimiento de su tercer hijo, cuando Émilie tenía 27 años, volvió a frecuentar la corte. A Émilie siempre le encantó la vida en la fastuosa corte de Versalles, gozando con las fiestas, la ópera y las representaciones teatrales.
Debido a su posición Émilie pudo obtener los servicios, como profesores, de algunos buenos matemáticos como Pierre Louis Moreau de Maupertuis (1698-1759). Cuando Maupertuis se fue a la expedición, Mme. de Châtelet, aconsejada por él, recibió clases de Clairaut, al que llamó “su maestro en geometría y su iniciador en astronomía”, pues tuvo tanta influencia como Maupertuis en el pensamiento de Émilie, ya que Clairaut estaba muy dotado como profesor. Émilie tuvo otro profesor, Koenig, alumno del leibniziano Wolff, que en 1739 fue a vivir a su casa para darle lecciones de geometría.
El 6 de mayo de 1734 Voltaire se alejó de París, para huir de la justicia. Se refugió en el castillo de Cirey-Blaise, propiedad del marqués de Châtelet, cerca de la frontera de Lorena, situado en una región montañosa, a cuatro leguas de la ciudad más próxima. Émilie decidió ir a vivir con Voltaire en 1735. Formó con él una pareja indisoluble, unida por sentimientos e intereses comunes, que le proporcionó estabilidad afectiva y el respeto de un hombre admirado. En él encontró al compañero de discusiones, al filósofo, al hombre de espíritu que ella necesitaba. La relación entre ellos duró durante el resto de su vida. En Cirey trabajaron y estudiaron siendo sus salones centro de intelectuales de toda Europa que iban allí a aprender con esta excepcional mujer. En su amplia correspondencia se pueden leer cartas de los grandes matemáticos de la época, como Johann Bernoulli, además de Maupertuis y Clairaut. Formaron una biblioteca de más de diez mil volúmenes, mayor que las de la mayoría de las universidades.
En 1748 quedó embarazada. Su hija nació el 2 de septiembre de 1749, cuando ella estaba sentada en su despacho y escribiendo sobre la teoría de Newton. Todo parecía ir bien, pero ocho días más tarde murió repentinamente.
Conoció en 1746 al marqués Jean-François de Saint-Lambert, poeta, del que se enamoró. Dejó a Voltaire, con el que conservó, no obstante, una amistad que duró hasta su fallecimiento, que le sobrevino tres años más tarde, tras un embarazo, a los 43 años, del que nació una hija que no sobrevivió. Saint-Laurent y Voltaire la asistieron hasta el final.
Voltaire.